Lucas 2:41-51, cuando Jesús tenia doce años de edad... |
Las dudas invaden nuestro corazón, y todo se vuelve confuso, desconcertante y nuestra confianza se debilita, y nuestra fe se ve envuelta en un mar de dudas. Son los momentos más difíciles, de más flaqueza, de más vulnerabilidad.
Son los momentos propicios para el Maligno, cuando le es más fácil entrar y someternos. Es la ocasión más favorable para que entre el pecado en nuestro corazón. Sin embargo, María se mantuvo firme a pesar de no entender nada.
Jesús se había perdido, al menos ellos, José y María, así lo creyeron, y desesperados emprendieron la búsqueda, y después de tres días de angustias e intranquilidad, lo encuentran. Lo encuentran en un lugar extraño, hablando con los doctores de la ley, y asombrándolos con sus respuestas. ¿Quién es nuestro hijo?
Y ante la pregunta de sus padres, «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Jesús responde: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».
María no comprende nada, incluso, nos podemos imaginar que esa respuesta no le gustó mucho, pero calló, guardó silencio y guardaba todas estas cosas en su corazón. Era fiel a la promesa recibida, y a pesar de no entender, confiaba en el Padre Dios.
¿Somos nosotros así? ¿Es ese nuestro estilo de conducta ante los interrogantes y misterios que no podemos o llegamos a entender? ¿Tenemos la actitud de María ante las adversidades y razonamientos que suceden en nuestra vida y que no llegamos a comprender?
¿O, por el contrario arremetemos, contra quien sea, cuando nuestros pensamientos no concuerdan con los que nos propone Jesús en su Iglesia?
Toma, Señor Jesús mi vida y transforma mi corazón egoísta, suficiente, razonador, desconfiado en un corazón como el de María, para que, a pesar de mi ceguera e incomprensión, siempre te siga confiando y esperando en tu Palabra. Amén.
Sólo, puedo decir, gracias por su compartir, un abrazo.
ResponderEliminarGracias es suficiente, porque decir gracias es aceptar lo que Jesús nos dice, es mirarle y dejarnos mirar por Él, y es abrirle nuestro corazón para que, Él, lo transforme.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en Xto. Jesús.