(Mc 4, 26-34) En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino ... |
Vive dentro de ti, y sin darte cuenta, apenas que la dejes crecer, germina, crece y da frutos, frutos de amor que se convierte en beneficios para el hombre. La Palabra de Dios nos revela hoy la necesidad de vivir injertados en Xto. Jesús, porque sin Él no creceremos, ni daremos frutos.
Todos nuestros actos de amor son cuidados, impulsados y cosechados por la Gracia del Espíritu que habita en nosotros y nos guía y dirige si se lo permitimos. Fuera de Él estamos sujetos al error, a la impotencia y debilidad de nuestra propia humanidad.
Por eso, como la semilla crece en la tierra sin que nos demos cuenta ni estemos vigilándola, la Gracia de Dios en nosotros nos fortalece y nos impulsa a darnos y entregarnos por los demás y por el bien de los hombres.
Pero esa Gracia necesita de nuestro permiso y consentimiento. Sin nosotros, el Espíritu no se mueve porque somos libres para decidir si le dejamos o no. Pero a penas que te pongas en sus Manos, la Gracia de Dios hace el milagro de convertir tus pequeñas obras en verdaderos gigantes de amor.
Algo se mueve en mi interior, algo que mi impulsa a hacer el bien. Lo deseo, aunque, a veces, no lo hago, lo omito o hago lo contrario a pesar de no quererlo. Luego me siento mal, me arrepiento, y busco consuelo y paz. Y experimento que solo en Ti, Dios mío lo encuentro. El secreto es dejarme, como la semilla, que crezca según tu Voluntad.
Algo se mueve en mi interior, algo que mi impulsa a hacer el bien. Lo deseo, aunque, a veces, no lo hago, lo omito o hago lo contrario a pesar de no quererlo. Luego me siento mal, me arrepiento, y busco consuelo y paz. Y experimento que solo en Ti, Dios mío lo encuentro. El secreto es dejarme, como la semilla, que crezca según tu Voluntad.
Toma, Señor, mi vida, y dispón cómo, cuándo y dónde Tú quieras. Hazla germinar cómo a las semillas, y hazla crecer como la planta más grande para que otros vengan y puedan reposar en ella. Amén.
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