(Jn 5,31-47) |
Y también tiene el testimonio de Juan el Bautista, que lo proclama como el que viene detrás de él. Y también las Sagradas Escrituras que transmiten su Divinidad, sus Obras y su encarnación. Jesús queda revelado por sus Obras. Pasa por este mundo haciendo el bien y todo lo que hace es para provecho y bien del hombre. Jesús es el Mesías del que se habla en la profecía de Isaías - Is 9, 7 -.
También hay otra manifestación que el Padre manifiesta claramente en el monte Tabor. Allí, Pedro, Santiago y Juan presencia y oyen la voz del Padre que lo presenta como el enviado y predilecto, y nos invita a escucharle - Mt 17, 5 -. Jesús es el Rostro de Dios, y su Padre da testimonio de Él.
Sin embargo, el pueblo se rebela y no cree en Él. Presenta incoherencia, pues mientras habla y tratan de seguir la Ley de Moisés, no creen en Aquel de quien Moisés escribe y les habla. Por eso, en el Tabor aparece Jesús transfigurado con Moisés y Elías. Así nos dice Jesús: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
A veces decimos cosas que se esconden en la incoherencia y mentira. Decimos que creemos, pero luego vivimos como si no creyéramos. Tratemos de reflexionar y transformar nuestras incoherencia en respuestas de verdadera fe y amor.
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