jueves, 30 de marzo de 2017

TESTIMONIOS SOBRE LA DIVINIDAD DE JESÚS

(Jn 5,31-47)
Sabemos que no vale hablar de uno mismo, pues no tiene valor. ¿Qué vamos a decir de nosotros? Lo lógico es que nos echemos flores. Por lo tanto, es de sentido común que sean otros los que den testimonio de Ti. En el Evangelio de hoy, Jesús trata este asunto. El tiene el testimonio del Padre, que lo presenta y nos invita a escuchadle y hacer lo que Él nos diga en el momento de su Bautismo en el Jordán.

Y también tiene el testimonio de Juan el Bautista, que lo proclama como el que viene detrás de él. Y también las Sagradas Escrituras que transmiten su Divinidad, sus Obras y su encarnación. Jesús queda revelado por sus Obras. Pasa por este mundo haciendo el bien y todo lo que hace es para provecho y bien del hombre. Jesús es el Mesías del que se habla en la profecía de Isaías - Is 9, 7 -.

También hay otra manifestación que el Padre manifiesta claramente en el monte Tabor. Allí, Pedro, Santiago y Juan presencia y oyen la voz del Padre que lo presenta como el enviado y predilecto, y nos invita a escucharle - Mt 17, 5 -. Jesús es el Rostro de Dios, y su Padre da testimonio de Él.

Sin embargo, el pueblo se rebela y no cree en Él. Presenta incoherencia, pues mientras habla y tratan de seguir la Ley de Moisés, no creen en Aquel de quien Moisés escribe y les habla. Por eso, en el Tabor aparece Jesús transfigurado con Moisés y Elías. Así nos dice Jesús: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

A veces decimos cosas que se esconden en la incoherencia y mentira. Decimos que creemos, pero luego vivimos como si no creyéramos. Tratemos de reflexionar y transformar nuestras incoherencia en respuestas de verdadera fe y amor.

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