miércoles, 29 de marzo de 2017

IGUALADO CON EL PADRE

(Jn 5,17-30)
Jesús se descubre igual al Padre, sin lugar a dudas: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 

Poco hay que decir a esto que nos comunica Jesús. Queda muy claro que Él y el Padre son uno mismo. Y no se puede decir ni mejor ni más claro. Los judíos entendían lo que decía y, por eso, querían matarlo, porque llamaba a Dios su Padre haciéndose igual a Él. Y ese rechazo de su pueblo es lo que le lleva a la Cruz.

Jesús y el Padre son uno mismo. Jesús no puede hacer nada que no vea hacer al Padre. Ambos están sincronizados, por decirlo de alguna manera, y, siendo Personas distintas, tienen la misma naturaleza divina. No se puede separar al Hijo del Padre. De ambos viene el Espíritu, que nos acompaña en nuestro camino hacia la Casa del Padre. Tres Personas en un sólo Dios.

Sin embargo, lo importante es quedarnos con esto, con lo que verdaderamente importa, porque es, en resumen, lo que queda y vale: «En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

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