domingo, 25 de marzo de 2018

LA PASIÓN

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(Mc 14,1—15,47
La Pasión del Señor la hemos oído muchas veces. Quizás, si no de memoria, si sabemos muchos de lo que sucedió, pero lo verdaderamente importante no es saberlo, sino tomar conciencia que en estos momentos también pasa. Porque, la Pasión son unos hechos consecuencia del rechazo a creer en la Palabra de Jesús como Hijo de Dios. Ese rechazo lleva a los hombres a quitar a Jesús de sus vida y a matarlo.

La pregunta sería, ¿estoy yo también hoy condenando a Jesús? ¿Y de hacerlo, cómo lo hago? Sería cuestión de analizar cada cual su vida y ver las actitudes que tomamos respecto con la vida que vivió Jesús. La Palabra de Dios de cada día nos sirve de guía para reflejar mi vida y confrontarla con la Palabra de Dios. No nos será muy difícil ver la simetría o disvergencia de nuestra vida con la Palabra. Y, la conversión, que nos ha sido pedida tanto en este tiempo de Cuaresma, consistiría en ajustarnos simetricamente a su Palabra.

Y eso nos va a exigir una cosa, ir al mismo paso que Jesús, y recorrer su misma pasión trasladada a nuestra vida. Pasión que consiste en vencer mi egoísmo, mi soberbia, mi arrogancia, mis ambiciones, mis ansias de poder, de riqueza, de comodidades, de indiferencia, de individualismo, de pereza, de conformismo, de desidia, de tantas esclavitudes que me llevan a tomar conciencia de mi pobreza y de mis pecados.

 La Pasión de Jesús debe suscitar en mí la reacción de aquel muchaho que, equivocado y tentado por las seducciones del mundo, salió de su casa para vivir su vida por su cuenta. Pronto, tomó conciencia de su pecado y reaccionó levantándose, y venciendo su soberbia creyó en la Misericordia de su Padre regresando a casa. Hablo del hijo pródigo o, mejor, del Padre amoroso que siempre nos espera, a pesar de también nosotros tomar parte en su crucifixión. 

Hagamos el esfuerzo de reflexionar seriamente y de, humildemente, emprender el camino de regreso a casa, confiados en que encontraremos un Padre dispuesto y con los brazos abierto para recibirnos y hacer una fiesta en nuestro nombre por nuestro regreso.

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