miércoles, 6 de junio de 2018

LO ABSURDO DE NUESTRA INTELIGENCIA

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Mc 12,18-27

El hombre razona y deduce sus consecuencias, pero lo hace desde su pequeñez y mentalidad humana. Porque, el hombre es una criatura y no ve más que lo que tiene delante, y muchas veces ni eso llega a ver. Por lo tanto, no comprende ni alcanza a comprender los planes que Dios tiene después de la Resurrección. El mundo será diferente, inexplicable e incomprendido para nosotros.

No será un mundo pensado como camino de salvación para el hombre. Para eso ya tenemos este, un mundo de familias, de matrimonios, de leviratos, herencias, segundas nupcias y todas las relaciones sociales y de convivencia por las que el hombre se ha desviado y corrompido. No, será un mundo diferente, sólo pensado por Dios e ininteligible para el hombre de hoy. Nunca podremos comprenderlo hasta que estemos en él y en la presencia de Dios.

Como tampoco comprendemos la resurrección, problema de aquellos saduceos que, acercándose a Jesús, le habían planteado ese problema exponiéndole un caso extraño y complicado, fantasioso mejor, pero que Jesús resolvió con la autoridad de siempre: En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero...

Aspiramos a un mundo mejor. Un mundo donde la vida sea eterna y plena de felicidad. Un mundo donde no haya sufrimiento ni carencia de ningún tipo. Un mundo del que nos ha hablado Jesús, el Hijo de Dios, y al que Él ha regresado a prepararnos una mansión para llevarnos con El -Jn 14, 1-3-. 

Tenemos un Dios eterno, un Dios de vivos, un Dios que ha existido siempre y que, como Dios que es, está fuera de nuestra comprensión, pero que en Él depositamos nuestra fe y nuestra esperanza, porque su impronta y su imagen está sellada dentro de nuestro corazón.

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