Mt 8,1-4 |
Es evidente que Jesús quiere limpiarnos, pues, no obstante ha dado su vida por nosotros. Luego, ¿cómo no va a querer limpiarnos? Ahora, el problema no está en su Voluntad, que, incluso, nos busca para limpiarnos, sino en nosotros que, igual no le creemos o no nos dejamos limpiar. No entendemos cómo y de qué manera tenemos que decírselo o si realmente creemos o no, porque la fe no se compra ni se adquiere por voluntad propia. Simplemente es un don de Dios, y sólo Él entiende y sabe lo que hay en el fondo de nuestro corazón y de qué manera pedimos.
Por eso, confiado en que Dios me busca, me quiere y me escucha, yo quiero creer, aunque perciba o no vea que mis deseos, por otra parte quizás mal pedidos, sean cumplidos según mis observaciones, confiar ciegamente en que Dios, mi Padre, sabe de mí y también, ¡por supuesto!, lo que me conviene y la medida de mi fe y de hasta dónde me fío de su Palabra y de Él.
En ese sentido, pienso que aquel leproso pedía con fe, verdadera fe. Y, Jesús lo supo y lo leyó en su corazón. De ahí que su deseo fue cumplido en aquel momento. Eso me conecta en este momento a la película del Padre Pio, que decía que si Dios quiere, lo que le pides puede cumplirse en el mismo momento que lo pides, valga la redundancia. De ahí, yo deduzco, que mi fe no alcanza todavía la medida que Dios quiere de mí, o que mi confianza no está lo suficientemente madura para, aunque yo me lo diga, crea realmente en el poder del Señor.
De cualquier manera no me preocupa mucho porque seguiré insistiendo, tal y como Él me lo dice - Mt 7, 7-12 - y, a pesar de mis defectos e imperfecciones, continuaré en el esfuerzo y la actitud de creer y fiarme de la Palabra del Señor. Ya llegará el momento, por la Gracia del Señor, que vendrá la Luz y todo se verá como quiere el Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.