Hay muchos momentos en nuestra vida que descubrimos la necesidad de expresar y manifestar nuestra fe y amor. La sentimos y creemos tenerla, pero anisamos poder demostrarla y dar testimonio de ella. No nos basta con simplemente creer y amar, sino también hay necesidad de, no sólo parecerlo sino serlo. Y, para serlo, hay que demostrarlo. Un testimonio – lo sabemos y lo hemos oído muchas veces – vale más que mil palabras.
Hoy en el Evangelio se nos habla de esto, y en palabras del mismo Jesús leemos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio (Ahí tienes la ocasión deseada y esperada. Son pruebas de amor que te dan la oportunidad de dar ese testimonio que anhelabas y con el que querías demostrar esa fe y amor que vivían dentro de ti).
Pero, Jesús continúa diciendo: Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre.
Y eso nos descubre que tenemos que ser, a pesar de nuestros miedos, nuestras debilidades, nuestro temor al sufrimiento y dolor, perseverantes en la oración, en la fidelidad al Señor, en sostenernos en la fe y en el amor consciente de que el Señor está con nosotros y nos dice: Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». Lo que decimos, esas oportunidades donde podemos dar prueba de que nuestra fe y nuestro amor son reales no nos faltarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.