Lc 9,22-25 |
Todos coincidimos que la meta del ser humano es la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad y cómo podemos encontrarla? Para muchos, la felicidad es poder, riqueza, salud y bienestar. Pero, sobre todo, dinero, porque con el dinero se consiguen todas esas cosas. Sin embargo, la experiencia no nos confirma que ahí esté la felicidad. Con el tiempo experimentamos que, a pesar de dinero y de todo lo demás, no somos felices. A pesar de dinero, aparece siempre la enfermedad, pronto o más tarde, y, muchas veces el dinero no puede erradicarla.
Nuestra naturaleza, herida por el pecado, entiende que ser feliz es disfrutar, satisfacer todas tus apetencias y egoísmos y darte la buena vida pensando primero en ti y siempre en ti sin tener en cuenta a los demás. Ese planteamiento es el que te presenta el mundo. No es el de Jesús, que te propone que la felicidad se esconde en entregar tu vida por y para el bien de los demás. Es decir, perderla en este mundo ofreciéndola en servicio y amor por los demás. Precisamente, todo lo contrario a lo que sentimos y pensamos nosotros, que buscamos, creyendo que está ahí, en satisfacer todas nuestras pasiones. Es evidente que equivocamos el camino, porque nuestra experiencia nos revela que al satisfacer nuestros egoísmos lo que encontramos después es el vacío y el sin sentido.
Las apariencias nos confunden pensando que perdemos la vida al no satisfacernos de los placeres y pasiones que nos ofrece la vida y, pensamos que perdemos la vida, pero, la realidad no es esa. La ganamos para la Vida Eterna en la Gloria de Dios Padre, tal y como lo hizo Xto. Jesús al entregar su Vida en la Cruz. En este sentido, perder es ganar. Ser último es primero. Ese es realmente nuestro camino, porque es ahí donde realmente está la felicidad.
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