Pensamos que somos buenos, o, en su defecto, que cumplimos con la voluntad de Dios. Sin embargo, somos consciente de que pecamos y nos confesamos pecadores. Hablamos – oración – con un Dios que, quizás inconscientemente lo acomodamos a nuestros intereses y conveniencias.
Lo hacemos semejante a nosotros y no, nosotros semejante a Él,
que es como es realmente. Queremos un Dios que haga justicia, condene y
castigue como pensamos nosotros. Un Dios a nuestra medida y según nuestros criterios,
deseos y leyes.
Pero, Dios no es así. Dios es Infinitamente Bueno, Justo y Misericordioso. Un Dios que, a pesar de nuestros pecados, de nuestras indiferencias y de nuestras soberbias y rechazos, nos ama infinitamente, nos espera pacientemente y nos perdona misericordiosamente. Un Dios Bueno, Clemente y Misericordioso. Un Dios anti - agresión y amigos de los pobres, inocentes y marginados. Un Dios amigos de publicanos y pecadores. Un Dios que no piensa como nosotros y que no merecemos ni somos dignos de nuestro perdón. Un Dios que nos ama y, por amor, nos regala la salvación y Vida Eterna. Para eso ha venido, para salvarnos, por eso busca a los pecadores. Son los que necesitan al Médico.
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