Yo Soy el que Soy es la frase que Dios daría como respuesta cuando Moisés le interroga por su nombre. Y, en este pasaje evangélico de hoy, mi primera impresión fue recordar esas Palabras. Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». Él les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».
Entonces le decían:
«¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy
diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado
es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron
que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al
Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia
cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que
me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que
le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.
La pregunta que este
Evangelio suscita en nosotros, al menos en mí, es: ¿creemos en Jesús al leer su
Palabra y tratar de escucharla en lo más profundo de nuestro corazón? ¿O, al
contrario, como aquellos fariseos, seguimos pensando que Jesús no es el Mesía
enviado por el Padre? Nos preguntamos: ¿Qué Mesías esperamos? ¿Queremos uno que
se adapte a nuestra medida e intereses? Será cuestión de meditarlo serenamente
y, a la Luz del Espíritu Santo, encontrarnos humildemente con el verdadero Mesías,
Jesús, que ha sido enviado por el Padre para liberarnos de la esclavitud del
pecado.
Las Palabras de Jesús
son muy claras y no dejan lugar a dudas. Otra cosa es que no queramos
escucharle.
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