jueves, 27 de octubre de 2011

SABER NUESTRA META NOS AYUDA A NO DESVIARNOS



Lucas 13:31-35

Si perdemos el fin último al que estamos llamados, podemos perdernos y desviarnos de él. Y, por consiguiente, no alcanzarlo, porque en nuestro recorrido (vida) nos encontramos con muchas dificultades y tentaciones que nos inducen a desviarnos de nuestra vocación final.

Y es que estamos llamados a vivir eternamente. Una vida plena en gozo y eternidad en la presencia del PADRE. Hemos sido creados para eso, para alcanzar la santidad de los verdaderos hijos de DIOS. Esa es la perspectiva que nos debe acompañar en cada momento, porque teniéndolo claro y presente, nuestra camino será firme e indestructible. Así lo vivió JESÚS y nadie le pudo apartar de su subida a Jerusalén, porque allí tenía una cita con la Voluntad de su PADRE.

En todas las reuniones se huye de este planteamiento. Nadie quiere hablar de la muerte y se tiene como miedo hacerlo. Incluso, pedimos porque nos dejen aquí el mayor tiempo posible. Eso, hasta cierto punto es normal, pero también es normal, o debería de serlo, que nos enfrentemos a la muerte con la confianza de que es el último eslabón que nos separa de la Gloria, de la vida eterna junto al PADRE.

Confiar en JESÚS, pues ÉL ya lo pasó y nos acompaña a cada uno para que, junto a ÉL, no tengamos miedo de pasarlo también. El miedo a la muerte para un creyente debe de quedar en segundo plano. Así lo entendió santa Teresa y todos los santos. Nosotros, los creyentes, también estamos llamados a ser santos. ¿Por qué sentimos miedo?

Dame, JESÚS, la fortaleza y valentía de no rehuir
el momento de mi muerte. Que sepa, junto
a TI, asumir y confiar que la muerte
es la puerta que me abre
a la vida que espero
al final del camino. Amén.

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