martes, 19 de febrero de 2013

UN CORAZÓN ABIERTO

(Mt 6,7-15)


Esta mañana oí una entrevista en Telecinco, se trataba de un joven que había permanecido nueve años en la cárcel por error. Es duro permanecer privado de libertad física de forma injusta y sin ser culpable del delito que se te acusa. Ocho años es bastante tiempo, y más cuando se es joven. Un corte en la película de tu vida, sin más aviso, que la interrumpe y la deja parada en el tiempo, cautiva y limitada sin poder reemprender tu camino. Realmente se hace duro.

Y en ese tiempo, pueden pasar muchas cosas que no están previstas y que descubren la verdad de nuestras mentiras e hipocresías. Una de ellas es que la novia tomó vuelo y desapareció. ¿Realmente, qué clase de amor había ahí? Y eso, aunque no justifica los años de cárcel, si nos enseña mucho sobre la verdad de la vida y de las personas que la hacemos. 

Porque la vida se hace en el camino, y el camino se para muchas veces para que podamos pensar. Bien vale darnos cuenta, aunque sea contra nuestra voluntad y dañándonos en nuestra libertad, que hay cosas muy importante que están secuestradas en nuestro interior y no las descubrimos tan fácilmente. A veces, situaciones como estas nos pueden ayudar mucho aunque aparentemente nos perjudique, porque lo verdaderamente importante no es el tiempo, pues al final siempre pasa, es caduco, sino la eternidad, y eso dependerá de la vivencia del amor.

Pero, hoy quiero fijarme en lo siguiente: "El perdón". Preguntado al joven por si perdonaba, respondió que hay cosas que no se olvidan ni se perdonan. Y creo que todos lo entendemos. Sin embargo, tratando de reflexionar, sobre la Palabra, la respuesta surgió rápida como el rayo. Sí mi Padre del Cielo me perdona cada día las barbaridades y faltas que cometo, ¿cómo no voy yo a disponerme y estar dispuesto a perdonar también? Nuestro juicio no consistirá sino en eso, en la medida de amor que estaremos dispuesto a dar.

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