(Lc 12,13-21) |
Sin lugar a duda, todos corremos detrás del mejor seguro. Los seguros de este mundo nos ofrecen seguridades para que descansemos y no nos preocupemos. Las riquezas y toda cosa de valor exige de inmediato un seguro, porque todos codiciamos lo que, pensamos, nos da felicidad.
Y ponemos nuestros afanes en procurar bienes que nos den la posibilidad de vivir la vida cómodamente, banqueteando, bebiendo, viajando, descansando confortablemente...etc. Sin embargo, pronto observamos que todo eso, si bien nos satisface, no nos llena plenamente. Todo se acaba y vuelta a empezar. Llegamos a cansarnos, a aburrirnos y hasta odiar esa clase de vida.
La experiencia nos descubre que el camino está equivocado. Por ahí no llegamos a encontrar lo que queremos y para lo que estamos hecho. La felicidad no se encuentra en las cosas de este mundo, que se quedarán aquí y no nos las podremos llevar. Nuestra meta está en otra parte.
No pongamos nuestro fin en las cosas de este mundo, sino en llenar nuestro corazón del amor de Dios.
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