Lc 10, 1-12 |
De joven el tiempo era el camino para la llegada de la fiesta. Recuerdo que el lunes siempre era el reto, y uno, de los que fue mi profesor durante mucho tiempo, gustaba de empezar el lunes fuerte para aclimatarnos rápido después del descanso semanal. Se vivía de lunes a sábado. El fin de semana era la fiesta, el fútbol, el cine, el descanso y las diversiones.
Desde entonces, el camino ha servido para llegar a la fiesta. Pero esas fiestas siempre acaban, y muchas mal, con sensación de vacío, de resaca y desmotivación. Cuesta volver a empezar porque se pierde hasta la ilusión. Debe haber una fiesta diferente, insaciable y con esperanza de nunca terminar. Es esa la fiesta que debemos buscar. Y la que yo he querido siempre encontrar.
Hoy mi camino va en esa dirección. Tengo el norte claro porque no voy solo. Sigo los pasos de Jesús de Nazaret, Aquel que un día nos envió, a ti y a mí, a recorrer los caminos de nuestra vida proclamando que hay un Fiesta grande que celebrar. Que la vida no es celebrar fines de semanas vacíos y resacados, que la vida es celebrar cada día la Fiesta grande de la eternidad gozosa y feliz.
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