Mt 18, 1-5, 10 |
No cabe duda que hemos cambiado mucho desde que éramos niño hasta ahora. De mayores nos hemos vueltos más huraños, maliciosos, codiciosos, envidiosos, egoístas y hemos perdido la ingenuidad y la limpieza de corazón. De niños no había mala intención ni malicia. Sí la ingenuidad pícara propia de una naturaleza humana, pero no mal intencionada ni desconfiada.
El corazón de niño es un corazón necesitado, confiado y obediente. Un corazón que pide y busca protección y seguridad. Un corazón que busca al padre y le pide lo que necesita. Sin embargo, de mayor pierde esa necesidad. Se vuelve autosuficiente y desconfiado. Confía en sí mismo y pierde la necesidad de un padre.
Para volver a la Casa Paterna es necesario volver a nacer. Nacer del Espíritu que nos limpia y nos vuelve a la pureza, a crear un corazón nuevo y puro. Ser como niño, necesario para entrar en el Reino de los Cielos, es sentir y experimentar la necesidad del Padre.
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