(Jn 14,27-31a) |
El Señor se va, nos lo dice para que no nos sorprenda su aparente ausencia cuando le echemos en falta. Nos deja su Paz y también la promesa de que volverá a nosotros, por eso lo de aparente soledad. Pero nos previene que vamos a estar frente al Príncipe del mundo y no debemos perder la paz, porque el Espíritu Santo estará asistiendo, impulsándonos y dándonos fuerza para superar la lucha.
El camino es de lucha y de cruz. El Maligno tiene permiso para atacarnos. Por el pecado estamos sometidos y tocados, pero no muertos. La Cruz, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, nos salva y en el Espíritu Santo tenemos nuestro mejor aliado para salir victorioso de los ataques de Satanás. El Señor se va, pero nos promete volver, y espera que le seamos fieles y nos da su Gracia para que podamos lograrlo.
Ahora se comprende todo. Nos ha invitado a pedir y prometido que se nos dará; en su nombre el Padre nos ha enviado al Espíritu Santo para que nos proteja, conforte y ayude; nos ha dejado su Iglesia en el colegio apostólico para que, unidos en Él, nos apoyemos y fortalecemos.
Y, sobre todo, nos ha dejado su Paz para que injertados en Él nada nos turbe y nos pierda. Porque sólo Él tiene poder para vencer al Príncipe de este mundo.
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