(Lc 16,1-8) |
Hay una cosa clara, el hombre busca vivir bien pero le gustaría que fuese siempre. Eso nadie lo discute, y quién lo pueda hacer está tocado, porque todos queremos la eternidad y gozosamente. Ahora, la cuestión sería descubrir de qué manera podemos abrir los ojos a quienes lo tienen deslumbrados con los tesoros de este mundo, tesoros caducos y falsos, porque al final nos llevan a la perdición.
Y es esa la actitud que el Señor nos quiere despertar en nosotros. Aquellos que están ciegos porque no ven la verdad o están sometidos por el mal, se desviven por encontrar caminos y formas para delinquir y engañar y buscar riquezas para gozar de esta vida. Sin advertir que están buscando su propia perdición. ¿Qué hacemos los que creemos que vemos por dar luz a esas situaciones que nos rodean?
Por eso, Jesús felicita a ese administrador injusto. No por su mal proceder, sino por esa astucia con la que intento solucionar su problema y buscar caminos para resolverlo. Y nos interpela sobre lo que hacemos nosotros para desmentirles lo que hacen y alumbrarle la verdadera solución. Mira, la vida buena, la gozosa, la que buscamos todos, no está en las cosas, riquezas, bienes, placeres de este mundo, sino que se halla en el Amor de Dios y el amor al prójimo.
No será gustoso al principio. Quizás tenga un sabor amargo, pero detrás viene ese gusto maravilloso a miel celestial que endulza nuestra vida para siempre y le da verdadero sentido de paz y amor. Y eso sólo se sabe experimentándolo y conociéndolo.
Ten paciencia y confianza, porque por las cosas del mundo sabes ya que no llegará nada, sino lo que ves, y detrás la muerte para siempre. Pidamos al Señor que nos alumbre y nos de la fe para encontrar el camino de la Luz.
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