Lc 1, 67-79 |
Cuando el horizonte es oscuridad todo se ve negro y de todo se duda. Hasta las fuerzas nos fallan y el mundo, nuestro mundo, se tambalea. Todo huele a perdición y tristeza. Y la tentación se hace fuerte porque presiente que puede ganar la batalla. Supongo que Zacarías pudo pasar por ahí.
Y creo que también muchos, que luego han encontrado al Señor. Pienso que esa fue la experiencia de Zacarías cuando, aceptando la Voluntad del Señor, aceptó poner a su hijo de nombre Juan. Su lengua quedó desatada y empezó a hablar. Y lo primero que hizo fue dar gracias y bendecir al Señor. Y eso es lo que nos sucede a todo, que cuando vivimos en la luz se enciende nuestra esperanza y las cosas se ven de otra forma, con otros colores y bajo el telón del Amor.
Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetiza todo lo que está sucediendo y la llegada inminente del Señor que viene a salvarnos según está profetizado. Y la preparación de los caminos del Señor por su hijo Juan. Todo esto, como es lógico, treinta años aproximadamente antes de que Jesús sea bautizado en el Jordán por Juan el Bautista.
¿No nos parece esto una prueba más, de las muchas que encontramos en el Antiguo Testamento, de la Divinidad real de Jesús? ¿No les parece esto un testimonio de la autenticidad de que Jesús es el Hijo de Dios Verdadero?
Como a Zacarías, pidamos al Señor que nos haga ver la luz en su Nacimiento y nos aumente la fe y la esperanza para seguir sin titubeos sus pasos. Amén.
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