El pueblo de Israel tenía claro la esperanza de la llegada de un Mesías. Estaba profetizado por los profetas, y esperanzados en la profecía aguardaban su llegada. Jesús se ajusta al perfil del Mesías esperado. Sus Palabras tienen autoridad y manifiestan poder y curaciones. Su fama se extiende por toda Galilea. Están entusiasmados y alegres, al parecer llega el libertador.
Sin embargo, las apariencias engañan. Habían supuesto un Mesías guerrero, poderoso y caudillo para liderar el levantamiento contra el pueblo opresor, los romanos. Y a medida que van conociendo el Mensaje de Jesús, sus desencantos se hacen patentes. No entienden o no quieren entender lo que Jesús proclama. No aceptan un Reino de amor, de fraternidad, de justicia, de caridad y de paz.
Ellos buscan venganza, poder y muerte si es preciso. Ese es el Mesías que ellos quieren y esperan. Ese Jesús no reúne ese perfil y lo rechazan. No quiere oír hablar de perdón, menos de misericordia de Dios, que no conocen y, por supuesto, tampoco de amor.
¿Aceptamos un Dios vengador y guerrero que impone su poder? Pidamos luz al Espíritu Santo.
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