(Mc 1,7-11) |
Me parece muy contradictorio que hayan personas que crean en la teoría del Big Bang, indemostrable y supuestos muchos eslabones, y no en el acontecimiento del Jordán, que recoge la historia narrada por unos testigos presenciales y que se produce en una etapa histórica y demostrable de la vida de un Personaje extraordinario y singular.
Jesús de Nazaret, nacido en Belén y anunciado a los pastores; escapado, por ser puesto en aviso a sus padres, de la matanza ordenada por Herodes; profetizado por Simeón en la presentación en el templo; perdido y hallado, asombrando a los sacerdotes, en el templo, hasta el acontecimiento de su Bautismo en el Jordán, son testimonios históricos que hablan de un Jesús Divino que irrumpe en el mundo, encarnado de Naturaleza Humana, para proclamar la salvación que su Padre Dios quiere, por Amor, para todos los hombres.
Resulta más inverosímil creer en el Big Bang u otras teorías que en la Divinidad del Hijo de Dios. Y es que Jesús, el Hijo de Dios Vivo, viene a enseñarnos y a descubrirnos el Amor del Padre. Un Padre Dios que nos ama y nos salva en su Hijo por amor. Nos salva dando su Vida y redimiendo con ella la nuestra.
Pero, si nos miramos interiormente, experimentamos que lo que buscamos es lo que Jesús nos propone: la felicidad eterna. Sólo que, empleamos mal nuestra libertad y nos dejamos llevar por nuestra soberbia. Soberbia que nos ciega y nos confunde, creyendo más en lo absurdo, como es el Big Bang u otras teorías que en la realidad palpable de Jesús.
Hoy, señalándonos el camino, y dándonos una prueba más de su Divinidad, se hace bautizar, por Juan, en el Jordán. Momento que el Padre y el Espíritu Santo le anuncian como el Hijo predilecto. Amén.
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