(Mc 1,14-20) |
Hablaba con un buen amigo y me comentaba que lo verdaderamente importante es portarse bien, no hacer mal a nadie y ser buena persona. Le dije que eso es importante, y que también hay mucha gente buena, pero que a la hora de compartir, perdonar o darse, sólo se da lo que sobra, lo que creen justo y hasta un límite lo del perdón.
Esa es la clave, Lc 6, 27-28, amar a los enemigos, porque a los amigos los amamos todos, o nos cuesta menos amarlos. El verdadero perdón se realiza cuando tienes que abajarte y perdonar a quien te hace daño y te ofende. En esa medida, tu perdón te abres las puertas para ser perdonado por el Señor. Es los que Jesús nos dijo y nos enseñó a orar en el Padre nuestro.
Enfrentarse a eso desde la perspectiva humana es un suicidio, porque nuestra naturaleza no puede vencer al Maligno y quedaremos a su merced. Tratar de ser buena persona desde nuestra propia naturaleza humana es una utopía, porque sin la Gracia del Señor no podemos vencer la influencia del pecado ni las tentaciones del Maligno.
Eso nos descubre la necesidad de acercarnos a Jesús, de bautizarnos en el Espíritu Santo y de abrirnos a su Gracia para, fortalecidos en Él, estar en disposición de poder vencerle. Por eso, Jesús, prepara un grupo, un colegio apostólico, que proclame esa Noticia de Salvación cuando llegue la hora de su Ascensión a los cielos. Tú también has sido llamado para que, desde tus posibilidades, tus circunstancias y tu ambiente, des testimonio de esa liberación y salvación.
No se trata de ser simplemente bueno, porque sólo lo serás para con los tuyos y no con tus enemigos. Se trata de ser buenos para todos, y eso solo lo consigues viviendo injertado en Xto. Jesús.
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