(Mc 6,45-52) |
En un esfuerzo imaginario por trasladarme a la época de Jesús y estar allí presente, me pregunto: ¿Qué hubiese pensado yo? ¿Cómo respondería mi mente al milagro de los panes y peces? Porque los apóstoles estaban todavía estupefactos sin poder asimilar la experiencia que habían vivido. El colmo fue ver a Jesús caminar sobre las aguas.
Supongo que a mí me hubiese ocurrido lo mismo. Nos cuesta entender y asimilar el poder de Dios. Nuestra mente no está preparada ni tiene capacidad para abarcar la grandeza de Dios. Experimentamos que sin su Gracia nada entendemos.
Porque hoy está ocurriendo lo mismo, nuestro corazón se endurece ante las manifestaciones de Dios y nos cuesta asumirla y entenderlas. Comprendemos la necesidad de ser como niños, porque los niños creen seriamente todo lo que le dicen sus padres. Acabamos de vivir estos días de reyes y experimentamos como los niños se confían a los supuestos magos de las cabalgatas y a lo que le dicen sus padres.
Ellos no preguntas sino se confían y creen. ¿No debe ser nuestra actitud igual? ¿Por qué querer entender algo que está por encima de nosotros y no confiar? Vemos claramente que en nuestro corazón anida la duda del pecado que quiere poseer y abarcarlo todo. El corazón de los niños está limpio y no genera duda, sino cree.
Esa inocencia posiblemente se llama fe y es la que necesitamos para abandonarnos en brazo del Espíritu Santo y confiar en la Palabra y obra del Señor. Llamémosle para que amaine los vientos de nuestra barca y nos mantenga a flote por el mar de nuestra vida. Amén.
El santo abandono nos dará paz y tranquilidad en la certeza de que el Señor siempre nos lleva en sus brazos.
ResponderEliminarHola, eligelavida, veo ahora tu comentario y me trae viejos y hermosos recuerdos. Extraño tus comentarios y reflexiones sobre la vida y otros. Espero que estés bien y también tu familia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo en Xto. Jesús.