jueves, 31 de marzo de 2016

JESÚS INSISTE CON SUS APARICIONES PARA PREPARARLOS

(Lc 24,35-48)

Ya sabían que Jesús había resucitado. Todavía, quizás, no eran muy conscientes. Tenían dudas y, a pesar de contar sus experiencias y encuentros con Jesús, la alegría, emoción y entusiasmo les desconcertaba. Estaban exultantes y no sabían cómo reaccionar. ¿No nos ocurre a nosotros algo parecido?

Nos llegan noticias de Jesús a través de su Palabra. En cada Eucaristía experimentamos encuentros con Jesús, pero unas veces porque estamos distraídos, y otras, confundidos y tentados por el mundo, se nos nubla la vista, permanecemos perplejos y temerosos. Y no reaccionamos a las llamadas del Señor.

Ellos experimentaron ese desconcierto: Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: « ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: « ¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. 

¿Cuántas veces experimentamos que Dios nos llama y nos habla y no escuchamos? Quizás aquel día que asistimos por compromiso a aquella catequesis de Bautismo; o aquel otro día que fuimos, por acompañar en aquella misa funeral a un familiar o amigo; o en la primera comunión del niño de la casa o de alguna familia amiga. Sí, son muchas veces que el Espíritu Santo se ha valido de esas u otras invitaciones para hacerse presente en tu vida y quizás tú no les has hecho caso.

¿Y cuántas veces Jesús, por medio de su Iglesia te ha explicado todo lo que está escrito en la Ley de Moisés,  en los Profetas y los Salmos acerca de Él? ¿Y que todo eso se tenía que cumplir, tal y como se ha cumplido? Sin embargo, nosotros seguimos indiferentes o exigiendo pruebas y pruebas que nos hagan comprender lo incomprensible. Tomás, uno de los apóstoles experimentó eso, pero pronto se rindió al toque que el Señor le dio una semana más tarde.

Quizás la pregunta que nos conviene hacernos y meditar es: ¿Estamos nosotros también dejándonos preparar por las señales y signos que el Señor nos está dando?

No pensemos que Tomás tenía más ventaja que nosotros, porque nosotros tenemos la Palabra del Señor y lo tenemos presente cada día en el Sagrario, y le podemos tocar con nuestras manos y corazón en cada Eucaristía. Pongámonos en sus Manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.