(Mt 26,14-25) |
No conviene alejarnos del perfume y del ambiente cristiano, porque, aflojada la voluntad quedamos a merced de la voluptuosidades del mundo. Y poco le cuesta seducirnos y convencernos de que aprovechemos los placeres y comodidades que nos ofrece. El demonio está al acecho de nuestros bajones y sabe como atacarnos y alejarnos del Señor.
Debemos alimentar nuestro amor al Señor y, en la comunidad, nos fortalecemos, sobre todo cuando compartimos. Busquemos lugares y espacios de silencio, de paz y de escucha. El Señor nos busca siempre y nos habla directamente a nuestro interior. Ese desasosiego que experimentamos por entretenernos, por pasarlo bien y divertirnos nos traiciona y nos engaña. Y nos pone en las manos del demonio, que tratará de llevarnos a su terreno para embaucarnos y despistarnos.
Esforcémonos en buscar al Señor y tratemos de escucharle. Abramos nuestro interior y dejémosle entrar en nuestro corazón. Ganaremos fortaleza y sabiduría para, reforzando nuestra voluntad, permanecer fiel y a su lado, alejado de todo peligro. Él nos habla constantemente y nos da señales para el camino. No cerremos las puertas de nuestro corazón y mantengámonos expectante a su Palabra.
Seamos transparentes y revestidos de buenas intenciones. No tratemos de escondernos ni de esconder nuestras actitudes e intenciones. Tengamos confianza en la Misericordia del Señor y abramos nuestro interior, sin tapujos ni escondites, ni segundas intenciones. Él sabrá limpiarnos, acogernos, perdonarnos, danos esperanzas y llenarnos de su Gracia para que encontremos el verdadero camino de la verdad y el gozo eterno.
Pidamos que el ruido de este mundo no nos pueda y nos aleje del Señor. Pidamos la fortaleza y la luz que no llene de sabiduría para mantenernos siempre en la presencia del Señor.
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