martes, 11 de abril de 2017

MARTES DE TRAICIÓN

(Jn 13,21-33.36-38)
Es una noche marcada. Marcada por la traición de Judas, pero también por Pedro, que, prometiéndole dar su vida por Él, le traiciona negándole tres veces. Y por muchos de sus discípulos, que se esconden y se retiran. Es momento para pensar que también nosotros nos hemos retirados muchas veces. También nosotros le hemos traicionado. Y quizás peor que Judas, porque él no sabía ni había entendido, como sus compañeros, las Palabras de Jesús, y su fe se debilitó. Se dejó llevar por el diablo y desesperó.

Pedro vivió una experiencia parecida. Se desmarcó de Jesús negando conocerle y se presentó como un desconocido. Él que había estado momentos antes a su lado y prometiéndole fidelidad hasta la muerte. Pero Pedro, como tú y como yo, no desesperó, sino que confió en el perdón y la Misericordia de Jesús. Es esa nuestra esperanza. Confiar y creer en el Perdón y la Misericordia de Dios. Porque no tenemos otro camino, ni tampoco lo hay.

Somos pecadores. Lo confesamos frecuentemente, porque lo somos, pero también tenemos que aceptarlo y asumirlos. Y eso pasa por confiar en el Señor y, a pesar de nuestra miseria, seguir su rastro y a su lado. No nos salvamos por nuestros méritos, entre otras cosas porque no los tenemos, sino por la Misericordia de Dios. Seamos como Pedro, que lloró su pecado y esperó confiado en la Misericordia de Dios. Eso nos hará humildes y pobres, dispuestos a recibir su perdón.

Seamos fieles sabiendo que Jesús confía en en el Padre, y sabe que, a pesar de las apariencias de soledad y abandono, el Padre está presente y le glorificará resucitándole para volver al Padre. Despertemos y sepamos que también nosotros seremos elevados, por los méritos de Jesús, el Señor, hacia la Casa del Padre, resucitando en, por y con Él, por su Gracia, Amor y Misericordia.

En ese espíritu debemos vivir la Semana Santa en este Martes Santo, valga la redundancia, donde nuestras flaquezas y debilidades nos invitan a abandonar al Señor y dejarle sólo.

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