domingo, 17 de junio de 2018

A SU IMAGEN Y SEMEJANZA

Resultado de imagen de Mc 4,26-34 por Fano
Dios está en nosotros, pues nos ha creado a su imagen y semejanza y en nuestro corazón está la impronta de Dios. De tal forma que si lo cultivamos y cuidamos bien nacerán en nosotros frutos de Dios porque nuestra semilla es de Dios. Frutos que serán de amor, esencia de Dios.

Por eso, Jesús nos compara hoy el reino de Dios como aquel hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. Y así ocurre en nuestro interior. No nos damos cuenta, pero si nos abrimos a la acción del Espíritu Santo la fe va creciendo en nosotros sin saber cómo ni dónde. Y los frutos van saliendo a su debido tiempo por la acción del Espíritu.

Queramos o no hemos salido de Dios y al Él volveremos. Dios ha sembrado algo divino en nuestros corazones humanos y nuestro destino, queramos o no, es Él. Por eso, a pesar de nuestro rechazo y abandono a responder a su llamada, nuestros frutos tienen la semilla del bien y del amor. El hombre gusta de hacer el bien y, aun resistiéndose por su egoísmo, se siente feliz cuando percibe, entiende y experimenta que hace el bien.

Es entonces cuando descubre el gozo y la paz que da ese sentirse bien y que se llama felicidad, lo que precisamente buscaba de forma equivocada en el mundo y en las cosas del mundo. Ese tesoro descubierto es precisamente el reino de Dios. Él mismo que se te revela en tu propio corazón. Por eso, tus frutos llevan el sello, la marca y la naturaleza de Dios, porque nacen de Él. 

Porque, todo hombre que se precie de tener buen gusto y ser inteligente buscará y deseará parecerse a Dios, porque sólo en Él encontrará lo que busca, paz, gozo y felicidad. Y sus frutos serán frutos de Dios, porque salen de un corazón semejante a Dios.

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