sábado, 16 de junio de 2018

EN RECUERDOS A NUESTROS MAYORES

Resultado de imagen de Mt 5,33-37Siempre nos queda y nos vuelve el recuerdo de nuestros mayores respecto a la palabra dada. Los que hemos tenido la suerte de compartir algunos años de esa etapa con ellos, sabemos muy bien que cuando nuestros abuelos y padres daban su palabra eso era ley y cumplimiento. No cabe duda que, como siempre, habían excepciones, pero pululaba la palabra y la verdad. O dicho de otra forma, había más conciencia responsable, más sentido común, sinceridad y vergüenza.

Nuestros abuelos y padres vivían en un mundo donde la palabra bastaba y era sagrada. No hacía falta jurar ni remarcar el juramento. Bastaba la palabra dada y la verdad se respetaba sin necesidad de más documentos ni firmas que la avalara. Es verdad también que las épocas no se pueden comparar y que el contexto y circunstancias de la vida en esa época favorecían el desarrollo de una convivencia más sana, más sincera y justa.

Pero, ¿qué ocurre hoy? Se han perdido esos valores o, al menos se han relativizados los que antes ocupaban el centro de la convivencia y de la verdad como algo sagrado a los que todos respetaban y ponían como prioridad a todo lo demás. Ahora sucede lo contrario, todo se apoya en falsos valores que quedan relativizados por las mentiras, el éxito, la fama, el poder, la riqueza y todo aquello que interesa más que la verdad y el compromiso responsable. La palabra, entonces, queda falseada y pospuesta a los intereses económicos, de la fama, del engaño, del poder o del éxito.

A todo esto favorece el clima que han gestados los avances técnicos: la tele, el móvil, Internet, transportes... y otros, que han propiciado la globalización y las relaciones entre los pueblos. El contagio y la influencia son mayores y más rápidos. Y cada lugar, por pequeño que sea, queda actualizado y en contacto con el mundo exterior y universal. Por lo tanto, todo está relacionado e influido mutuamente, aunque predomina siempre el poder del más fuerte y las tentaciones que subyacen dentro del corazón del hombre.

Todo se contagia y la mentira, la vida fácil, adultera, poderosa y rica más lo hace más rápida, sobre todo propiciada por el príncipe del mundo, que la aviva con el fuego del mal. Hagamos una sincera reflexión con el propósito de esforzarnos en vivir en la verdad, no sólo de palabra sino también de vida, siguiendo la Palabra que Jesús, el Señor, nos enseña.

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