Mc 10,17-27 |
No basta con cumplir si ese cumplimiento no nos sirve para amar y estar dispuestos a morir a nuestros apegos, apetencias y concupiscencias. Eso significa que nuestro vivir no puede quedarse en un vivir para mí, sino que debe proyectarse en un vivir para los demás en aras de buscar el bien, la concordia y la paz.
Eso supone despojarse de toda atadura y esclavitud que nos impida ser libres para amar. Y los bienes, la riqueza y el apego a las cosas de este mundo te impiden ser libre y desprendido para amar. Esa fue la esclavitud que entristeció a aquel joven, que tenía muchos bienes y riqueza y que le impidió seguir a Jesús.
Quizás nos esté pasando a nosotros lo mismo. Necesitamos liberarnos de todo apego que nos impida ser libres para amar, y todo lo que nos ayude a eso es bueno. La oración, el ayuno y la limosna que se nos propone en la cuaresma, que nos disponemos a vivir a partir del próximo miércoles, es una buena invitación que nos propone nuestra madre y santa Iglesia para ejercitarnos en ese esfuerzo, asistidos en el Espíritu Santo, de vivir en el verdadero amor que Jesús nos propone.
Por todo ello, dispongámonos a abrirnos al Espíritu Santo y a dejarnos conducir, en la misma actitud que Jesús se dejó llevar al desierto, para preparar y fortalecer nuestro espíritu en este tiempo litúrgico que vamos en los próximos días a entrar.
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