Mt 7,6.12-14 |
Siempre me ha llamado la atención el hecho de que Dios nos quiere a todos. Y en ese todos están incluidos los terroristas, los asesinos, los delincuentes y todos aquellos que hacen mucho mal. Dios es Padre y como buen Padre los quiere a todos y se ha dado en su Hijo Jesucristo para redención de todos. Por lo tanto, si nosotros decimos que amamos a Dios tenemos también que amar a sus hijos, entre los que estamos incluidos todos. Los referidos anteriormente. Por lo tanto, la cosa está meridianamente clara y no hay discusión.
Otra cosa será si estamos dispuestos o no. Otra cosa será si podemos hacerlo o no. Otra cosa será qué camino queremos seguir, y ahí podemos descubrir la grandeza de Juan el Bautista, que no le fue nada fácil seguir el camino que el Señor le había señalado. Por lo tanto, la misión que el Señor nos ha encomendado a todos es esa: amarnos los unos a los otros como Él nos amó.
Por lo tanto, si no quieres ser criticado, no critiques; si no quieres ser despreciados, no desprecies a nadie; si no quieres ser tratado con indiferencia, no trates a nadie con indiferencia; si no quieres ser herido, no hieras a nadie; si quieres ser amado, ama a todos. La misión y el camino está bien claro, ahora hace falta ponerle manos a la obra. ¿Cómo lo ves? ¿Difícil? Claro, lo bueno, gozoso e importantísimo tiene que costar, pues nada de gran valor se consigue fácilmente. Y hablamos de lo máximo, la Vida Eterna en plenitud.
La cosa es seria, porque no hay otro puente ni otro camino. Para llegar a Dios hay que seguir a Jesús, su Hijo, y el camino que Él nos ha trazado es ese, la puerta estrecha. Nos lo dijo muy claro: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y no sólo con palabras sino con hechos y obras hasta el extremo de dar su Vida por cada uno de nosotros, buenos o malos. Murió por todos.
Confieso que al mismo tiempo que escribo esta humilde reflexión me siento más entre los malos que los buenos e impotente de poder cumplir esta misión del Señor, pero, también lo confieso y lo creo, con la fuerza del Espíritu de Dios, que nos lo ha enviado para ayudarnos podemos transformar nuestros corazones de piedras en corazones suaves, compasivos y misericordiosos como el de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.