Mt 12,1-8 |
Sin darnos cuenta vivimos sujetos a las leyes e incluso a las costumbres y tradiciones. Y lo hacemos hasta el punto de hacerlas criterio de nuestra vida a las cuales nos sometemos y supeditamos todo nuestro ser y obrar. Los judíos, por ejemplo, imponían el descanso del sábado anteponiéndolo a la misericordia con el prójimo.
Esa controversia nos lleva a preguntarnos: ¿Está la ley antes que la urgente necesidad al prójimo? ¿Se puede postergar la asistencia urgente a una persona por el descanso del sábado? ¿Qué piensas tú a este respecto? Porque, esa cuestión nos puede llevar a más consecuencias dependiendo de cómo lo valoremos. ¿Podía el buen samaritano dejar a aquella persona herida, por el hecho de ser sábado, a su suerte y no asistirla? ¿Cúal sería según tú la actitud correcta?
Supongo que estarás pensando lo mismo que yo. La Misericordia, dependiendo de su necesidad y urgencia, es lo primero. Y eso, aparte de que lo sentimos y experimentamos en nuestros corazones, es lo que también nos ha dejado claro el Señor: Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.
Porque, la misericordia es la máxima expresión del amor. Estamos salvados y llamados a la Vida Eterna por la Misericordia de nuestro Padre Dios, y no porque lo merezcamos, sino por pura gratuidad y misericordia de Dios. No merecemos nada, y menos el perdón y la salvación eterna, pero, por la Misericordia de Dios, misterio indescifrable para nosotros, alcanzamos el perdón de nuestros pecados y el regalo inmerecido de la Vida Eterna.
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