Mt 10,37-42 |
Jesús nos lo repite muchas veces y su Palabra nos lo deja muy claro: »Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado». Nos está diciendo que en la medida que le amemos amaremos más a los demás. Porque, estando unidos al Señor y tratando de seguirle, estamos también más comprometidos con los demás, ya que, en la medida que trabajes por el bien de los demás le estás amando y reflejando el Amor de Dios a través de ese amor humano.
Sin embargo, el centro de tu amor tiene que ser Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y sin Él no podemos comprometernos a amar a los demás, porque, nuestra naturaleza es débil y está herida por el pecado. De manera que, sin la Gracia de Dios, nuestro amor sería muy limitado, interesado y hasta egoísta. Por eso, Jesús es el centro de nuestra vida y nuestro Padre Dios tiene que estar por encima de todo, porque, será de Él de donde sacaremos la fuerza y la fortaleza para poder amar como Él nos ama.
Y no olvidemos esa promesa que el mismo Jesús nos promete: Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y eso sólo lo podremos realizar con y por la Gracia de Dios
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