Jn 6, 60-69 |
No es cosa fácil ni tampoco rápida. La opción de optar por Jesús exige tiempo, sudor y sangre. La fe no aparece de repente salvo que Dios lo quiera, porque, la fe es un don de Dios. Eso no excluye que tengas que pedirla, buscarla y hasta aceptar la oscuridad con paciencia y humildad. Creer, sin ver, es una prueba que pone al descubierto tu confianza y tu fe.
Es indudable que un corazón cerrado impide que entre la fe. Conozco a mucha gente que se obstina en no dejar ningún resquicio para que entre algún rayo de fe. Y Dios no quiere a nadie forzado, a disgusto. Y menos hacer proselitismo. La fe es una propuesta en Alguien que ha demostrado su amor por nosotros. Alguien que, siendo dueño y Señor de este mundo visible y los invisibles, ha entregado a su Hijo a una muerte de cruz para demostrarnos que nos ama y quiere salvarnos.
Ahora, dándonos razones para que creamos y tengamos confianza en su Hijo, nos da libertad para que tomemos esa opción o la rechacemos. Eres tú quien decide. Es verdad que la decisión comporta dificultad. ¡Claro que sí!, pero, esa es la exigencia que te plantea la fe. Indudablemente que el misterio de su Cuerpo y Sangre bajo las especies de pan y vino - es lo que planteaban muchos discípulos al oír a Jesús - cuesta aceptarlo y nos es imposible entenderlo. Por eso la necesidad de creer y fiarte de la Palabra del Señor.
También a nosotros se nos plantea la misma pregunta que a los apóstoles: Jesús dijo entonces a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro contesto: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. La cuestión es que es ahora a nosotros a quienes nos toca responder.
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