Jn 5,1-3.5-16 |
Estamos
ciegos cuando damos prioridad al cumplimiento como lo más importante de nuestra
vida. Damos prioridad a la ley antes que, a la persona humana, y ponemos a ésta
en función de la ley. Sucede, ya lo hemos visto en otras reflexiones, con la
ley del sábado. Parece ser que la Ley está antes que el Amor Misericordioso de
nuestro Padre Dios. Esto significa que el está, como ya hemos dicho, el
cumplimiento antes que Dios. Es decir, la Ley antes que el amor. La pregunta
que se nos plantea es: ¿Está primero la Ley y el cumplimiento antes que el Amor
a Dios? Ese es el interrogante al que debemos responder.
Jesús
mira por la persona antes que para Ley. El hombre está primero, para Él, que la
Ley y cualquier clase o norma de cumplimiento. Su venida a este mundo es,
precisamente, para liberar al hombre de la Ley y de todo aquello que lo esclaviza
y somete. Por lo tanto, Jesús, el Señor, mira primero la necesidad antes que la
Ley. La necesidad, sobre todo, de aquel que se experimenta impotente y
necesitado de ayuda. Jesús se compadece y, en consecuencia, actúa. No tiene en
cuenta el tiempo ni la Ley. Pregunta, eso sí, si quieres ser curado, pues
respeta tu libertad, y ante la respuesta afirmativa, actúa. Sana y salva, para
eso ha bajado de los Cielos, y te invita a vivir en el amor y la misericordia.
Te invita, porque eres libre para aceptar o rechazar su invitación.
Posiblemente,
los judíos, amantes de la Ley y el cumplimiento, no están tan de acuerdo con
Jesús. Esa es la razón por lo que le persiguen. Ellos quieren obediencia a una
ley que ellos dominan, someten e incluso legislan mirando por y para sus
intereses. Una ley que, llegado el caso, interpretan demagógicamente. ¿No nos
ocurre hoy algo parecido? La ley no siempre es lo correcto y lo justo. Es, en muchos
casos, partidista arrimándose al poder y siendo tajante y exigente en el cumplimiento
para el desvalido y pobre.
Hoy, aunque no nos demos cuenta, padecemos muchas parálisis. Posiblemente, podamos movernos y comunicarnos con mucha facilidad, pero, ¿somos, por eso, más libres? Nos paralizan nuestra suficiencia, poder y riqueza, soberbia y envidia…etc. Y, lo peor, nos creemos que somos capaces de bastarnos por nosotros mismos. Nuestra parálisis tanto óptica como mental es total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.