No
es cuestión de lo que tú como yo pensemos. Se trata del Plan de Dios y de lo
que Él ha pensado para sus criaturas. Dios, por su Voluntad, ha pensado en un Plan
de salvación para sus criaturas y ha querido que sea en comunidad, en Iglesia,
en parroquias, en familias. Por eso, ya desde el instante primero de nuestra
vida en el seno de nuestras madres nacemos en el seno de una familia. Por eso,
la mujer y el hombre se necesitan el uno al otro para engendrar un nuevo ser,
y, por eso, están comprometidos y responsabilizados en protegerlo, acompañarlo
y educarlo hasta que se pueda valer por sí mismo. Es el mundo que conocemos y
el que Dios, nuestro Padre ha creado.
Y,
ahora, muchas criaturas se han erigidos como dioses y, rechazando el Plan de
Dios, quieren imponer el suyo propio. Un plan contrario a la Voluntad de Dios y
un plan sin sentido, antinatural y contrario a la propia naturaleza del ser
creado por Dios. Y, como ocurrió en Corozaín y Betsaida no escuchamos la
Palabra de Dios. Ni siquiera a pesar de los milagros que hemos oído y, quizás
contemplados sin apenas darnos cuenta. Cerramos nuestros oídos a todo lo que venga
de Dios cuando damos la espalda a la voz de la Iglesia, en la que Jesús,
nuestro Señor, ha dejado la responsabilidad de anunciar la Buena Noticia. Y si
rechazamos a la Iglesia rechazamos a Dios.
Porque, no se trata de escuchar como
a ti te plazca y a quien tú quieras. Se trata de hacer y vivir según la Voluntad
de Dios. Porque, es Él quien nos salva y quien ha ideado el camino para
alcanzar esa salvación. Jesús nos lo ha enseñado con su Vida y Obras. ¿O es que
no queremos enterarnos? Así nos responde
Él en el Evangelio de hoy: -Lc 10,13-16- Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os
rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha
enviado».
—Está claro —comentó
Manuel— que no podemos salvarnos, y menos cumplir la Voluntad de Dios por
nuestra cuenta. Hay un Plan de Dios que tenemos que cumplir y fuera de él no
hay salvación.
—Supongo que debe ser así —respondió Pedro. Por y para
algo formó un pequeño grupo de apóstoles y les dio una misión. Si pensase otra
cosa no era menester hacer lo que hizo.
—Evidentemente, Pedro. El Padre, en quien Jesús puso todo
su corazón y cumplimiento, le envió a eso, a anunciar a los hombres su Amor y
Misericordia Infinita. Y quiso que fuese en comunidad, en relación de unos con
otros. De ahí la necesidad imprescindible del amor impregnado en nuestros corazones.
—Y de la familia —agregó Pedro. Porque, nacemos en una familia y en ella empezamos a aprender esa vida en comunidad.
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