A
veces cuando me vienen a mi mente recuerdos de mi vida, me doy cuenta de que en
muchos momentos la presencia de los ángeles ha sido decisiva para que mi vida
siga su camino en la tierra. Doy por sentado que, por la Gracia de Dios, no
había llegado mi hora y que por su Voluntad sigue todavía su camino.
Por
unos metros o por unos minutos mi vida sigue en pie. Y, meditando el Evangelio
de hoy descubro la vital y fundamental presencia de los ángeles. ¿Quién, si no,
me ha salvado de ser atropellado por aquel camión? ¿Quién, si no, me salvó de salir
ileso de aquel accidente? Muchos momentos, ya en el olvido, que por los pelos,
como coloquialmente decimos, he escapado de graves accidentes. ¿Quizás
casuales? No lo sé, pero si creo profundamente en la presencia de los ángeles.
Hay
muchas circunstancias que mi vida, sin saber cómo, ha evitado graves
infortunios y accidentes. Supongo que a muchos le ha sucedido, porque cada
persona tiene su ángel de la guarda. Viene a mi memoria esa oración que mi
madre me enseñó: “Cuatro esquinitas tiene mi cama…” La dejo para que tú la
recuerdes y la acabes.
«Iba de paseo, pensaba Manuel, un domingo de buen tiempo y me sentía estupendamente bien. De repente, abrí los brazos con la intención de llenar de aire mis pulmones y perdí el conocimiento. No supe nada más durante unos quince minutos. Desperté sentado en un banco. Nunca entenderé como mi mujer, primero, se dio cuenta y anduvo rápida de mi caída. Y luego, como pudo arrastrarme hasta un banco. Había sufrido un infartó que, por la Gracia de Dios, no terminó con mi vida. Ahora, al menos lo pienso, no era mi hora y el Señor me guardaba para, quizás, esta misión de mis humildes reflexiones de escribir. Precisamente, en ella y por su Gracia, posiblemente ayudado por mi ángel, sigo todavía en pie
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