El refrán también
lo recuerda: «Quien no llora, no mama».
O lo que es lo mismo, «quien no insiste y es tenaz no tendrá ni
respuesta ni premio» La insistencia diríamos que es una
virtud. Una insistencia que se transforma en constancia, en permanencia hasta
el punto de despertar en aquel a quien se le insiste una respuesta.
Jesús nos apremia
a que nos demos cuenta de que Dios, nuestro Padre, ¿no nos va a atender con
prontitud lo que le pedimos? ¿Acaso un padre abandona a su hijo? ¿Cuánto más nuestro
Padre Dios, que nos ama con una infinita misericordia hasta el punto de ofrecer
a su único Hijo como reo de muerte para el rescate de nuestros pecados?
Sabemos,
simplemente por sentido común, que la insistencia es necesaria. Pero no una
insistencia de momentos, instantes u ocasiones puntuales. Nos referimos a la
insistencia de cada día y a cada instante, porque, nuestras necesidades son de
cada día. Ya esa insistencia está recogida en el Padrenuestro, la oración que
Jesús nos enseñó. Una oración que tenemos necesidad de rezar a diario y en
muchos momentos del día.
Necesitamos adorar
y alabar a nuestro Padre Dios, a santificarle y a darle gracias por todo lo que
hemos recibido y recibimos cada día. Y a pedirle perdón por todos nuestros
pecados de cada día. Esa insistencia se irá convirtiendo en un corazón más
paciente, más comprensivo, más humilde, suave y bueno. Quizás no nos demos
cuenta, pero nuestra vida nos lo irá descubriendo y, lo más importante, los que
están a nuestro derredor lo irán percibiendo.
Sí, no perdamos la esperanza ni la fe. Nuestro Padre Dios nos escucha e irá actuado como Él quiera y cuando Él decida. A ti y a mí nos toca, como la viuda insistente, insistir , valga la redundancia, pedir y dar gracias por lo que somos, tenemos y por nuestra salvación.
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