El Evangelio de
hoy nos pone en esta tesitura, ¿hacemos el bien o somos indiferentes a él? ¿O quizás
contribuimos al mal? Es el momento para pararnos y pensar qué hacemos y cómo discurre
nuestra vida.
Es evidente que al
final de nuestra vida lo importante y lo valioso es el tiempo que hayas gastado
en hacer el bien. O dicho de otra forma, la cantidad de amor que hayas gastado
en dar a los más necesitados. Entendiendo por necesitado no solo aquello que
carezcan de bienes materiales sino todos los que tengan sed espiritual por
encontrar a Dios, están inquietos o preocupados en buscar respuestas a los
interrogantes que a la persona humana se le presenta.
Quizás tengas
talentos que puedan ser puentes para que muchas personas lleguen a encontrarse
con el Señor. Desde esa realidad descubrimos la necesidad que tenemos de
anunciar la Buena Noticia. Una Buena Noticia que se esconde en el amor que
durante tu peregrinar por este mundo puedas dar.
Lo peligroso será inhibirte, esconderte y para evitarte preocupaciones y responsabilidades – a las que tendrás que responder quieras o no – enterrar tus talentos y esperar de manera pasiva ese momento glorioso final que es el encuentro con el Señor. Nunca debemos olvidar que al atardecer de la vida seremos preguntado y juzgado de la cantidad de amor que hemos gastados en beneficio de los más necesitados.
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