A veces nos
quedamos en el tejado y no sabemos o no podemos, o quizás tampoco queremos
bajar a la tierra. Simplemente, consideramos que no tenemos y que, en
consecuencia no podemos.
No es eso lo que
Jesús nos pide cuando nos plantea la forma de darle de comer a aquella multitud
que se había congregado junto a Él para escucharle. Solamente nos pregunta de
qué disponemos y cómo lo haremos.
La cuestión es
otra. Se trata de abrirnos a compartir de lo que tenemos y disponemos, no de
solucionar el problema. Se trata de estar abierto a colaborar, a dar de lo que
tenemos, incluso privándonos de comodidades que pueden servir para que otros
puedan aliviarse o subsistir.
No somos nosotros ninguna solución. Solo el Señor puede hacerlo, pero ha querido contar con nuestra disponibilidad y nuestra colaboración. Quiere nuestra elección, ver nuestra disponibilidad y hasta donde somos capaces de dar y darnos. No en vano todo lo que tenemos lo hemos recibido gratuitamente de Él. Sabe lo que podemos hacer y dar, y nos deja decidirlo a nosotros. Es nuestra elección la que nos descubrirá nuestras verdaderas intenciones. Al final todo se reduce a eso, seremos juzgado del amor que seamos capaces de dar: porque tuve hambre y…
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