Hay muchos
momentos de nuestra vida que buscamos, y es precisamente lo que necesitamos,
una palabra de consuelo, de comprensión y de ánimo. Por experiencia sabemos que
en los momentos de apuro llamamos a nuestra Madre del Cielo o suplicamos a
nuestro Padre Dios. Son como expresiones que salen de nuestro corazón de manera
espontánea sin apenas tiempo para pensar que decimos. Y eso realmente prueba
que dentro de nuestro corazón está sellada la impronta de la huella de nuestro
Creador: Su Amor Infinito y Misericordioso.
Poner toda tu
confianza en el Señor te fortalece y te vigoriza hasta el punto de sobreponerte
y conseguir superar o soportar los miedos, las angustias o las privaciones. No
se trata de que por la fe tus problemas disminuyen o desaparecen. La vida, tu
vida, es un camino de cruz, y la cruz supone peligro, angustia, dolor y
dificultades.
Pero, la
diferencia está en recorrer ese camino solo y por tu cuenta o hacerlo junto,
confiado y apoyado en el Señor. Los problemas y las dificultades serán las
mismas, pero tu fortaleza y tu esperanza serán otras si pones tu fe en la
presencia del Señor. El Espíritu Santo, que ha venido a ti el día de tu
bautismo, te dará ánimo, esperanza, fortaleza y valentía para enfrentarte a
ellos y superarlos.
La fe nos da la
seguridad de una Presencia, la presencia de Jesús que nos impulsa a superar las
tormentas existenciales, la certeza de una mano que nos aferra para ayudarnos a
afrontar las dificultades, indicándonos el camino incluso cuando está oscuro.
La fe, nos dice el Papa Francisco, en resumen, no es una escapatoria de los
problemas de la vida, pero nos sostiene en el camino y le da un sentido.
(13082017)
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