Seguir a Jesús exige
permanecer en estado de vigilancia y alerta constante. El Maligno está al
acecho y, al menor descuido y relajamiento por nuestra parte, caerá encima de
nosotros para tentarnos y seducirnos y apartarnos del Camino, de la Verdad y de
la Vida.
Si nos quedamos a
orillas del camino, pronto los pájaros de nuestra pereza, de nuestro abandono y
comodidad terminarán por apagar todas nuestras inquietudes y aspiraciones y
engullirlas hasta el punto de desaparecer. Pero, también nos puede ocurrir que
llenos de alegrías y entusiasmo por acoger la Buena Noticia, todo queda en la superficie,
no hay profundidad ni interiorización, y pronto a las primeras de cambio, ante
las dificultades y problemas, desistimos y dejamos de seguir a Jesús. Nuestro
primer entusiasmo desaparece.
Otro de los
grandes peligros es quedarnos a media y no escuchar en silencio la Palabra.
Sembrar no limpiamente sino en medio de mucho ruido y entre medias aguas. Es
decir, querer estar aquí y allí, escuchar la Palabra, pero también al mundo. Terminarán
los afanes y ambiciones de este mundo por vencernos y apartarnos de Dios. Consecuencia
de sembrar entre abrojos.
Sólo, lo sembrado en tierra buena, capaz de dejar hundir las raíces de tu corazón y de que se adhieran a la Palabra de Dios, será capaz de dar frutos. Y esa será nuestra misión, aspiración y vigilancia, cuidar bien nuestra siembra de la Palabra de Dios, escuchándola y poniéndola en práctica en nuestras vidas asistidos por la acción del Espíritu Santo.
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