miércoles, 11 de septiembre de 2024

LOS BIENAVENTURADO EN EL CIELO NO TIENEN NADA QUE VER CON LOS BIENAVENTURADOS DE LA TIERRA.

El mundo, nuestro mundo en el cual vivimos, entiende que alguien es bienaventurado cuando se gana una lotería, bonoloto o quiniela. O, por cualquier circunstancia acumula riqueza y poder. Sin embargo, una pequeña y sencilla reflexión nos descubre al instante de que todo ese cúmulo de bienes son temporales y desaparecen con el término de nuestra vida.

Luego, ¿para qué – nos preguntamos – sirve todo eso? ¿Qué sentido tiene acumular, poseer, disponer y disfrutar de tantos bienes si todo termina más pronto que tarde? Es verdad que somos esclavos de la inmediatez, pero, también tenemos cabeza para pensar y discernir que es lo más conveniente. Porque, tras la inmediatez y lo vivido de forma placentera, egoísta e insolidaria, ¿qué nos viene?

Ser realmente Bienaventurado está muy entroncado y relacionado con el amor. Serás Bienaventurado en la medida de que tu amor sea derramado de manera gratuita sobre aquellos más desdichados y desposeídos; sobre los que sufren injusticias; sobre los que lloran, son odiados, excluidos, insultados o proscritos. Es entonces cuando, aunque en este mundo  no se vea, advierte o se note, eres realmente Bienaventurado. Y serás tú quien verdaderamente lo note, lo experimentes y el gozo te llene de fe, amor y esperanza. Y la paz te inunda de gozo y felicidad.

Ejemplos tenemos a millares: ¿cómo, si no, los que han alcanzado la santidad han soportado todo eso? Multitud de mártires, de ayer y de hoy. Incluso en estos momentos en algunas partes del mundo. Hay muchos Bienaventurados que, quizás no vemos, pero que están al alcance de nuestros ojos y nos interpelan a cada momento. Y abarcan todo el espectro de nuestro mundo: político, social, misionero, familia, madres, padres, sacerdotes, seglares…etc. También, tú y yo podemos ser, por la Gracia de Dios y la acción del Espíritu Santo, Bienaventurados. Tratemos de no perder la oportunidad.

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