- Evangelio según San Lucas 4,38-44. Al salir de la sinagoga, entró en la
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y amar se concreta en servir a los que tienes cerca, a tu lado, en tu vida. Porque al Señor no lo podemos atender, pues está a la derecha del Padre y eso no está a nuestro alcance. Ahora, eso sí, es en los demás donde podemos concretar nuestro amor al Señor, ¿cómo?: "Amándolos, es decir, sirviéndolos".
Por eso, esta mañana, por la Gracia de Dios, celebrando entre ocho personas, más el sacerdote que la preside, la Eucaristía, pura Gracia, me vino por obra del Espíritu, no por obra mía, que si no somos capaces de servirnos entre nosotros, nuestra ofrenda al Señor queda desvirtuada, desencarnada, y no obtiene las gracias respectivas del Padre.
Porque mi experiencia surgió de experimentar cómo entre las ocho personas muy pocos nos saludamos y tomamos conciencia que en cada uno estaba el Señor. ¿Cómo puedo presentarme cara a cara con el Señor si ignoro, aunque sea inconscientemente, al hermano? Supongo, pensaba, que el Señor me daba un tirón de orejas y reprendía mi oración.
El servicio es el modo que escogemos para agradecer a Dios su amor y para manifestarle que nosotros también le queremos. Así, Jesús sirvió a la suegra de Pedro, y ella escogió servirles para corresponder a su agradecimiento.
Servir es la forma más bella de amar, de decir "te quiero, te amo". El sello que mejor distingue a un cristiano es seguir la senda de Aquel que no vino a ser servido sino a servir (tomada del comentario de Orar y celebrar).
Dame la fuerza y la voluntad, Señor, de amarte en los hermanos sirviéndolos, porque la prueba más grande de mi amor será servir como Tú, Señor Jesús, nos has servido por el amor del Padre. Amén.
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