lunes, 26 de octubre de 2015

LA VIDA POR ENCIMA DE LA LEY

(Lc 13,10-17)


Ocurre con mucha frecuencia, anteponemos nuestros intereses a la vida misma, incluso, la propia. Y la ley a la vida. Estamos mediados por nuestras leyes y pensamos que cumpliéndolas, todo está solucionado. Una salvación en base y de acuerdo con leyes y cumplimientos.

¿Estamos ciegos? Parece que es lo más lógico pensar así. No solamente ciegos, sino envueltos en una oscuridad absoluta que nos impide ver algo de luz. ¿Acaso no nos vemos a nosotros mismos? Si en eso consistiera nuestra salvación, ¿quién la alcanzaría? Porque, ¿quién no trasgrede las leyes en su vida? ¿Hay alguien que no las haya incumplido? Y no sólo incumplirla, sino que las trasgredimos muchas veces en nuestra vida, por no decir, a cada momento.

¿Es posible que la ceguera nos impida pensar y reflexionar, hasta el punto que si nos sorprende un dolor de muelas, cabeza u otro síntoma, el sábado, a medio día, tendremos que esperar al lunes? ¿Se puede pensar así? Pues en aquel tiempo muchos pensaban así, entre ellos el jefe de la sinagoga, que no podría ser un ignorante, ni un idiota, y muchos más de su altura intelectual.

No era fácil cambiar esa forma de pensar, y más de personas que se tenían por doctores de la ley y por personajes importantes dentro del pueblo. Los comportamientos de Jesús les importunaban y les contradecía. Quizás, su mayor pecado era el no escucharle, la soberbia y la falta de humildad. Son los condicionantes que necesita la ceguera y el pecado para apoderarse de tu corazón y pervertirlo.

Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el nuestro. Quizás nuestra ceguera nos impide ver nuestros encorvamientos, nuestras cegueras espirituales, nuestro mundo oscuro, incapaces de abrirnos a la Luz que nos descubra sucios, impuros, pervertidos y deshumanizados.

Será cuestión de, apartados de tanto ruido, reflexionar sobre nuestra vida, quizás también encorvada, hipócrita, y acercarnos a la Luz que nos ayude a vernos y a enderezarnos.

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