viernes, 27 de noviembre de 2015

LOS CAMBIOS NOS AVISAN DE LOS TIEMPOS

(Lc 21,29-33)


No cabe ninguna duda que nuestra vida se contiene en el tiempo. Ese espacio donde transcurre su vivencia y su espacio de salvación. Necesitamos aprovecharlo. Igual que las plantas nos avisan que el tiempo pasa cuando las vemos vestirse y engalanarse con sus mejores flores, la vida nos avisa con señales que nuestra hora está próxima. Es obvio no observar y estar atento, pues el tiempo pasa, se va y no vuelve.

Nuestra edad puede convertirse en una señal fuerte. Cuando, por la Gracia de Dios, hemos tenido una larga vida, experimentamos que, cumplidos unos buenos años, nuestra partida no debe estar lejos. Es de necio ignorar que en los setenta y más, nuestro tiempo no está lejos. Y eso nos debe poner en aviso y fertilizar al máximo también nuestra huerta particular para dar los mejores y óptimos frutos que se espera de nosotros.

Hoy, Jesús, nos avisa de estos cambios, y de la necesidad de estar al quite. Y el Papa, en su viaje a África, nos habla del esfuerzo de liberar nuestro corazón. Sin un corazón libre no podemos dar frutos, porque la semilla de nuestro corazón necesita libertad para darse en amor y echar frutos. Si va forzada, sus frutos son adulterados e impuestos, no naturales, no productos del amor. Y, como la higuera del Evangelio, terminará por secarse.

Reguemos el huerto de nuestro corazón con un agua limpia y pura, que nos limpie de toda impureza y nos dé los frutos de la libertad, para que, actuando libremente, seamos capaces de amar y de entregarnos, con gozo y alegría, a una vida de servicio y solidaria. Una vida que, esperando la venida del Señor, nos llena de plenitud y de gozo eterno.

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