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Mt 19,23-30 |
Es posible que nuestro corazón, empobrecido y endurecido por los apegos a las cosas de este mundo quede cegado y esclavizado por las seducciones a los placeres, al poder, a las riquezas y a todo lo que en apariencias le muestre felicidad. Una felicidad engañosa, falsa y aparente, porque en poco tiempo desaparece y te devuelve a la realidad de cada día. Esa es nuestra experiencia y la realidad de cada día que experimentamos y vivimos.
Luego, ¿dónde está la verdadera riqueza? Con paciente observancia podemos suponer, con verdadera sabiduría y acierto, que en este mundo no. Este mundo es sólo un espejismo de la verdadera felicidad. Sin lugar a duda está, si existe, en otra parte. Y nuestro corazón da testimonio de que realmente existe, porque la desea y la busca, sólo que en lugar equivocado.
Es verdad que para el hombre alcanzar la felicidad le supone tal dificultad que le es imposible, ero no para Dios. Dios lo puede todo y en Él podemos también nosotros llegar a la plenitud de la felicidad. Pero, eso nos exige desprendimiento, sacrificio, renuncia y disponibilidad ante todas las cosas de este mundo que nos seducen y esclavizan.Y nos hacen egoístas encerrándonos en un mundo individualista y donde prima el poder, el dinero y la fuerza.
Por eso tendremos que morir a nuestras apetencias y esclavitudes humana y materiales limpiando nuestro corazón de toda inmundicia y esclavitud para, despojado de toda tentación egoísta, purificarnos y liberarnos para darnos en servicio y amor.
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