Jn 8,12-20 |
Todos queremos buscar la luz, esa luz que nos ilumine el camino y nos resuelva los diversos problemas que se nos van presentando. Diríamos que esa figura de la luz que buscamos se refleja hoy en esos asesores que todos buscan cuando inician un proyecto. Eso se ve con frecuencia en el mundo político y empresarial. Los responsables y líderes de los proyectos buscan luz en los asesores para que les iluminen y aconsejen.
Sin embargo, los asesores y todos las personas estamos sujetas a errores y, la experiencia nos descubre que así sucede. Hay aciertos, pero también muchos errores. La luz y la verdad es algo que la persona necesita y la busca con interés y necesidad. Pero, su gran y peor error es que la busca en el lugar equivocado. La busca en este mundo, es decir, en los hombres y mujeres de este mundo, y ahí no se encuentra.
Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Jesús está apoyado en el Padre que lo ha enviado y que da veracidad a todas sus obras y acciones. Porque, las enseñanzas de Jesús nos descubren el amor del Padre y lo que el Padre quiere para cada uno de nosotros.
El mensaje de Jesús está cargado de verdad, de justicia, de solidaridad, de búsqueda del bien y de verdadero amor. Ese amor que no piensa en sí mismo, sino ese amor que se materializa en una entrega sin interés, gratuita y sin condiciones.
Precisamente, lo que buscan todas las personas y lo que cada uno experimenta dentro de su corazón. Un amor fraterno que se concreta y se descubre en la Cruz, donde Jesús se ofrece como víctima por todos nuestros pecados.
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