Esa es la fe, el acto de confiar y creen en Jesús, el Hijo de Dios, que, muerto crucificado en la cruz, resucitó al tercer día según las escrituras, bajo el testimonio de su Madre y de Juan, acompañados con otras mujeres y, más tarde, el testimonio de los apóstoles que le vieron y comieron con Él.
Jesús nos lo dice hoy muy claro en el Evangelio de hoy: « ¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».
Cuando la fe es verdadera y sale de lo más profundo del corazón, Jesús se conmueve y actúa. Así sucedió con aquella petición del centurión, de la hemorroisa o de la mujer cananea entre otros. También si tu fe y la mía es verdadera y nace desde lo más profundo de nuestros corazones, nuestras peticiones se harán realidad siempre que convengan al deseo de nuestro Padre Dios, que sirvan y sean para nuestra salvación.
Porque, todo aquello que no sea favorable y sirva para que lleguemos al Reino de Dios no nos será concedido por nuestro Padre Dios, al menos desde su Voluntad, porque, una cosa es cierta, Él respetará tu voluntad y dejará que tú elijas tu camino, estés con Él o sin Él. Otra cosa es que Él siempre estará a tu lado y está dispuesto a salvarte si tú te dejas y quieres.
Porque, ¿qué padre no negará lo que es malo para sus hijos y les dará lo que estima que es bueno? Luego, ¿cómo nuestro Padre del Cielo va a permitir que recibamos cosas malas, aún pidiéndolas, si solo quiere y desea nuestro bien y nuestra salvación? Él nos dará siempre lo que nos hace bien aunque no sepamos pedírselo.
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