Lc 4,38-44 |
Puede suceder que nuestra búsqueda del Señor esté mediatizada por el interés de sanación que Él hace a todos los que se le acercan. Le buscan y Jesús les cura, e incluso el diablo sale huyendo de la presencia de Dios entre gritos y exclamaciones. Reconoce que Jesús es el enviado por Dios, el Hijo predilecto, pero Jesús les increpa y conmina prohibiéndoles hablar.
También a nosotros puede sucedernos que la presencia de Jesús nos incómoda y nos resulte exigente, no grata y hasta molesta. Y nuestros primeros impulsos pueden ser de rechazo, sobre todo si no salen las cosas como esperamos. Queremos estar con Jesús según nuestros intereses y cuando no es así, salimos también huyendo. Sin embargo, a pesar de nuestras actitudes e intenciones de búsqueda, Jesús sigue con los brazos abiertos a recibirnos y atendernos.
Busca espacios de oración porque el contacto con su Padre Dios es imprescindible y necesario. Nos enseña el camino para que también nosotros busquemos esos espacios más intensos y directos con nuestro Padre Dios y tratemos de buscar luz y orientación para el camino. Y, a pesar de nuestro interés de tenerlo siempre a nuestro lado, Él nos enseña que ha venido para llevar esa Buena Noticia a todos. Por consiguiente, tiene que trasladarse a otros lugares a proclamar esa Buena Noticia.
También nosotros debemos reconocer que Dios ha venido para todos y eso nos hace hermanos y nos exige el amar. Y, verdaderamente amamos cuando tratamos de superar esa pequeña dificultad que nos aísla, nos individualiza y nos aparta de poder servir a los demás.
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