A la hora de adquirir algo nuevo la pregunta inmediata que viene a nuestra mente y salta espontáneamente es, ¿cuánto dura? La durabilidad está en relación directa con la felicidad y gozo que nos puede dar eso que adquirimos. De no durar – al menos lo suficiente – su valor decrece mucho en importancia.
Porque, todo lo que tenemos y somos queremos y nos importa mucho perpetuarlo. La felicidad si no dura no la consideramos tal. El gozo y el tiempo están en proporción directa con la felicidad. A más tiempo, más gozo y felicidad. Así que nuestro deseo y máxima aspiración es la felicidad y el gozo eterno.
Y concluimos descubriéndonos llamados a la Vida Eterna. A eso nos llama y para eso ha venido Jesús – el Señor – a este mundo. Nos llama a la Resurrección. Una Resurrección que, no sólo cambia nuestra vida, sino que nos transforma en ángeles eternos del Cielo. Una vida que no se concibe como la entendemos en este mundo. Una vida que no podemos siquiera imaginar. Simplemente, somos hijos de Dios y eso lo dice todo.
Nuestro Padre Dios es Dios de vivos y nos ha creado para una Vida Eterna a su lado en gozo y plena felicidad. Pero, una Vida Eterna que tendremos que elegir nosotros optando por creer en la Palabra de Jesús y siguiendo sus pasos. Indudablemente, necesitamos la fe.
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